27 agosto, 2010

A estos niños les falta el verde

El contacto con la naturaleza es necesario para el desarrollo infantil. Las actividades de interior han sustituido al juego al aire libre

El Mundo, España

María Valerio
Si le pregunta a alguien de más de 35 o 40 años, es probable que muchos de sus mejores recuerdos infantiles se localicen en el campo, entre árboles y plantas, descubriendo insectos o cazando mariposas. Pero los niños de hoy ya no juegan al aire libre, y eso puede tener consecuencias para su salud física y mental, según advierten los expertos.
Esta semana, el diario 'The Guardian' se hacía eco de una encuesta británica a 2.000 menores de ocho a 12 años con un puñado de datos curiosos. El 64% de ellos sólo había salido a jugar a la calle una vez en la última semana, el 28% no había dado un paseo por el campo en el último año y uno de cada cuatro ni se había subido a un árbol ni había estado en una granja en su vida.
La misma encuesta, realizada por el canal de televisión Eden, también recogió el sentir de los padres: el 43% de ellos pensaba que los chicos no deberían jugar fuera solos hasta los 14 años (aunque algunas encuestas anteriores elevan hasta el 85%-90% la tasa de padres con temor a que sus hijos sean secuestrados estando en la calle).
Vivir en una ciudad, rodeados de pantallas de todo tipo en casa, el temor a los desconocidos o al tráfico son algunos de los factores que han alejado a los niños de hoy de la naturaleza, aunque muchos padres no son conscientes de que este nuevo estilo de vida puede estar empobreciendo su crecimiento personal.
"El niño necesita estar en contacto con la naturaleza para su desarrollo", explica a ELMUNDO.es el doctor José Antonio Díaz Huertas, presidente de la Sociedad Española de Pediatría Social. "Necesita pasar frío, calor, sudar, descubrir los insectos... Si piensa que la leche o los huevos vienen del supermercado, le faltará una parte importante para comprender todo el ciclo biológico".
El juego al aire libre no sólo fomenta la actividad y reduce el nivel de obesidad infantil (una de las mayores preocupaciones de los estadounidenses, según una encuesta de esta misma semana), sino que fomenta otros beneficios, como el pensamiento crítico, la capacidad para resolver problemas o la creatividad . Por no hablar del amor a la naturaleza, difícil de aprender conectado a una videoconsola.
Aunque no se trata de medicalizar el problema, el periodista Richard Louv (autor de 'El último niño de los bosques' o 'No dejen al niño dentro') se ha atrevido a ponerle nombre al problema: 'síndrome por déficit de naturaleza'. Un mal que podría afectar a todos esos niños estadounidenses que, según la Fundación Kaiser, pasan una media de 53 horas a la semana conectados a un ordenador, consola o videojuego (mucho más, seguramente, del tiempo que sus mayores dedican al trabajo en el mismo periodo).
"A medida que pasan menos tiempo en el medio natural, sus sentidos se reducen, física y psicológicamente", explica Louv a ELMUNDO.es. "Esto reduce la riqueza de la experiencia humana y contribuye al déficit que yo menciono". Un término, reconoce, que sirve más como descripción de una realidad que como diagnóstico médico.
Según este mismo autor, apenas un 21% de la generación actual tiene la oportunidad de jugar al aire libre en comparación con el 70% de sus mayores; aunque la tendencia a jugar cada vez más dentro de casa y menos al aire libre se repite en varios estudios publicados recientemente, tanto en Reino Unido como Australia. Y cualquier pediatra confirmará que los percances que sufren los niños (a excepción de los accidentes de tráfico o el ahogamiento) son más probables por algún pico de casa que por caídas de los árboles.
"Los padres están más preocupados porque el colegio de sus hijos tenga polideportivo y piscina, cuando antes jugábamos en un patio de arena y hacíamos deporte de una forma natural. Cuando sean mayores, si no tienen un polideportivo cerca, es posible que estos niños no sepan hacer deporte", añade por teléfono el doctor Díaz Huertas desde algún rincón de la sierra de Madrid.
Mientras se asfaltan los patios de los colegios para evitar los charcos ("si un niño se moja no pasa nada") y las ciudades eliminan los lugares de juego naturales, este pediatra, como todo el movimiento verde que está surgiendo en países como EEUU, recomiendan sacar a los niños al campo y dejarles descubrir lo que les rodea por sí mismos. "Porque si no, cosas que antes no suponían un riesgo para ellos, ahora sí lo son porque no están acostumbrados"

29 mayo, 2010

Coach Bollana

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19 mayo, 2010

El turbio asunto del colesterol




El colesterol ha llegado a ser comúnmente reconocido como una sustancia nociva, un subproducto venenoso de hábitos alimenticios sobrecargados de grasientos productos cárnicos, y se ha asociado así a la idea de enfermedad; una enfermedad de amenazante latencia que acecha implacable. Esta es una visión bastante distorsionada: el colesterol, aparte de su presuntamente insalubre demasía, es un compuesto orgánico que se incluye en el grupo de los lípidos esteroides, vital en el organismo animal, en cuya fisiología cumple una larga serie de funciones cruciales.
Algunos puntos oscuros
Aunque se desconoce el mecanismo o los mecanismos exactos que llevan a la formación de esas placas, se ha establecido una relación entre el exceso de colesterol y el incremento del riesgo de padecer, al cabo de un periodo prolongado de tiempo en esta situación, un ataque cardiaco u otros episodios cardiovasculares, como hizo inicialmente el conocido Estudio de Framingham, el primero de una serie de trabajos de carácter epidemiológico que cifran la posibilidad, en datos porcentuales, de padecer un accidente cardiovascular a partir de la consideración de la concentración de colesterol en sangre, otros factores de riesgo (tabaquismo, diabetes, presión arterial) y otras variables (edad y sexo fundamentalmente). El Estudio de Framingham contabilizaba el colesterol total, mientras que otros baremos posteriores (Proyecto SCORE por ejemplo) diferencian, a la luz de los nuevos conocimientos, entre LDL y HDL, y se han calibrado para adecuar el cálculo a zonas en las que la incidencia de enfermedades cardiovasculares es menor que la de la población en la que se diseñó, como sería el caso de España.
Hay, que llamar la atención sobre el hecho de que los elevados niveles de colesterol en sangre no provocan directamente ningún problema de salud, sino que “parece ser” que aumentan la probabilidad de sufrirlos a largo plazo, y de forma considerablemente inferior a como lo hace el consumo de tabaco por ejemplo. Es más, su importancia aumenta en coincidencia con otros factores de riesgo como puede ser la diabetes o la hipertensión, ya que las placas ateroscleróticas se forman sobre lesiones vasculares previas ocasionadas eventualmente por estas enfermedades. Existen incluso estudios alternativos a los que definen la consideración mayoritariamente aceptada sobre el colesterol, en los que se trata de probar que precisamente estas placas se forman sobre esas lesiones y se acumula en ellas el colesterol porque éste está implicado en su reparación.
El colesterol no sería la causa de los accidentes vasculares según estos estudios, sino un paliativo, y reducirlo no sólo no soluciona el verdadero problema, sino que inhabilita el remedio con el que cuenta nuestro organismo. De todas formas, la estimación del Riesgo Cardiovascular difiere notablemente según el método de valoración que se utilice, y está lejos de ser consensuado dentro del sistema sanitario, por lo que se tiende a aplicar unos criterios que resultan poco ajustados a las características individuales de los afectados, y desplazados hacia el tremendismo.A raíz del estudio de Brown y Goldstein, se desarrollaron las estatinas, unos fármacos que inhiben la acción de la enzima HMG CoA reductasa al unirse a ella en lugar del HMG CoA, componente básico del colesterol que la anterior va engarzando hasta formarlo. Las estatinas son un poderoso recurso para reducir los niveles de colesterol, además de producir subsidiariamente otros efectos beneficiosos documentados en varios estudios clínicos, como mejorar la acción endotelial (o sea, el funcionamiento del revestimiento interno de los vasos sanguíneos), reducción de procesos oxidativos o acción antiinflamatoria. La cerivastatina, una de las muchas estatinas desarrolladas por los laboratorios -esta concretamente por Bayer- fue retirada del mercado en el año 2001 debido a la frecuencia y gravedad de los efectos adversos que ocasionaba.
Por otro lado, también interfiere en la producción de la coenzima Q-10, también dependiente de la actividad de la HMG CoA reductasa, y la coenzima Q-10 es fundamental en la producción de ATP, una maravillosa molécula que almacena la energía y la suministra en última instancia en los lugares donde se requiere. Las células del corazón, en su continuo funcionamiento, requieren cantidades relativamente elevadas de coenzima Q-10, y las estatinas provocan su descenso, derivado del de HMG CoA reductasa, por lo que podrían causar daños cardíacos en lugar de prevenirlos, como también se ha documentado por algunos investigadores.
El poderoso influjo de la industria farmacéutica
Sin duda, el desarrollo de las estatinas ha condicionado el tratamiento de la hipercolesterolemia como una patología estrechamente vinculada al padecimiento futuro de una enfermedad cardio o cerebrovascular, cuando no es más que uno de los factores de riesgo, ni siquiera el más importante; sólo es el que ofrece la posibilidad de una explotación comercial, y en este río revuelto de averiguaciones médicas parciales, datos estadísticos, indicios y estimaciones, la industria farmacéutica ha aprovechado para hacer un feliz agosto de grandes ganancias. Un somero análisis de los datos sobre su incidencia puede ayudar a apoyar este punto de vista. En España el 58% de la población de entre 35 y 64 años de edad tiene un nivel de colesterol igual o superior a 200 mg/dl, lo que la sitúa en el tramo de riesgo medio, cuando la incidencia de enfermedades cardiovasculares es media-baja en relación a otros países de nuestro entorno.
Además, si restamos de este porcentaje los casos de HF, y aún otros posibles trastornos genéticos desconocidos hasta ahora que pueden determinar hipercolesterolemia, nos queda un amplio sector cuyos valores de colesterol alto se podrían atribuir a unos hábitos alimenticios poco equilibrados. La dieta de los españoles ha ido cambiando con el desarrollo económico, alejándose del patrón mediterráneo considerado saludable. Desde el año 1964-65 al 1990-91 ha habido un aumento del porcentaje de energía aportado por las grasas que ha pasado de un 32% en 1964-65 al 42% en 1990-91, y con un significativo incremento del consumo de grasas saturadas, verificándose un aumento correlativo de las afecciones cardiovasculares.
Establecer una relación directa entre estos dos fenómenos, no obstante, parece un poco precipitado y desacorde con una actitud científica; no sólo ha cambiado el régimen y los usos gastronómicos, sino también otros aspectos del estilo de vida que repercuten en la salud vascular, como por ejemplo el sedentarismo. También conviene destacar que el porcentaje de personas afectadas por un nivel “alto” de colesterol, se ha incrementado en gran medida por las sucesivas revisiones a la baja de las cantidades que se consideran “aceptables”, detrás de las que es fácil distinguir la influencia de la industria farmacéutica, que en cada una de ellas ha visto sustanciosamente ampliado el volumen de su mercado potencial.
De ahí que hablar de hipercolesterolemia en referencia a determinados valores de colesterol se ajuste a unos criterios aparentemente arbitrarios y mal apoyados en evidencias contrastables. Sobre esto, algunos estudios realizados en diversas áreas sanitarias, apuntan una inadecuada prescripción de estatinas en un alto porcentaje de afectados de hipercolesterolemia, incluso ateniéndose a los criterios de diagnóstico aceptados.
El colesterol, una pandemia
El término pandemia, tan en boga actualmente a cuenta de las sucesivas oleadas de temidas gripes y otros azotes víricos, no se utiliza solamente para designar problemas infecciosos de amplitud global, sino también para cualquier problema sanitario que se extiende sin control, y como tal podría definirse, al menos si nos ceñimos a la parte desarrollada del mundo, al colesterol, o más bien su exceso, conocido con el nombre de “hipercolesterolemia”.
A día de hoy, no sería exagerado plantear que cualquier persona, si no es objeto de un diagnóstico de hipercolesterolemia, conoce a una o varias personas de su entorno que sí lo han sido y siguen un tratamiento, dietético y/o farmacológico para reducir sus niveles de colesterol en sangre.
En primer lugar, es un componente esencial de las membranas plasmáticas de la célula (las membranas externas que delimitan a la propia célula, no las de los orgánulos que contiene), en las que contribuye a mantener su funcionalidad regulando la rigidez de su estructura. Además, es la sustancia precursora de la vitamina D -fundamental en el metabolismo del calcio- de las hormonas sexuales, de las hormonas corticoesteroidales y de las sales biliares, necesarias para la absorción de grasas en el intestino.
Como se puede deducir, es una sustancia capital para el organismo, pero presenta el problema, como todos los lípidos, de ser insoluble en agua, lo que dificulta su eliminación, requiriendo mecanismos de regulación de su concentración más intrincados que los de las sustancias solubles. Su carácter de molécula precursora de numerosas otras sustancias, determina su implicación en múltiples y complejos procesos bioquímicos que complican la regulación de su metabolismo.
Para su transporte en la sangre y la linfa, el colesterol se agrega con proteínas en unos complejos, estos sí hidrosolubles, conocidos como lipoproteínas, formadas por colesterol, fosfolípidos y proteínas, y clasificadas según su densidad en varios tipos que cumplen distintas funciones. Entre ellos están las familiares LDL (acrónimo en inglés de “lipoproteínas de baja densidad”) y HDL, (igual para las “lipoproteínas de alta densidad”) el colesterol “malo” y el “bueno” como son mayoritariamente conocidos.
Ambas adoptan una forma esférica, pero la lipoproteína LDL sirve como vehículo para transportar el colesterol sintetizado en el hígado al resto de los órganos y, en conjunto, dos terceras partes del colesterol plasmático total están contenidas en este tipo de lipoproteína. La lipoproteína HDL, por su parte, es la forma en la que el colesterol sobrante en los tejidos se canaliza de vuelta al hígado para ser metabolizado o para su excreción a través de las sales biliares, que se desechan con las heces. De ahí que se considere “bueno”.
Lo que se sabe con certeza
Las fuentes de colesterol son dos: por síntesis y por ingestión con los alimentos. La síntesis se lleva a cabo casi exclusivamente en las células del hígado (hepatocitos) y depende de la disponibilidad de colesterol en el medio intercelular (colesterol plasmático) a través de un mecanismo cuya descripción le valió a Michael S. Brown y a Joseph L. Goldstein el premio Nobel de Medicina. Estos investigadores observaron cómo, cuando existe colesterol en forma de LDL en el medio, es captado por las células, disminuyendo su actividad sintética, que está mediada por la enzima hidroximetil glutaril CoA reductasa (HGM CoA reductasa).
Conforme la concentración en el medio disminuye, vuelve a aumentar la síntesis. Brown y Goldstein se centraron en el estudio de personas con un trastorno hereditario conocido como Hipercolesterolemia Familiar (HF), cuyas células hepáticas presentan una actividad sintética elevada independientemente de la presencia de LDL. Buscando el porqué de esta disfunción, identificaron un receptor en la superficie celular que se une al LDL y provoca su endocitosis, es decir, que atrapa moléculas de LDL y hace que la célula lo engulla y lo procese. El número de receptores que cada célula dispone en su membrana está sujeto a su vez, a la cantidad de LDL en su interior, de forma que disminuye según va captando colesterol y así sólo toma la cantidad que necesita independientemente de la concentración en el medio intercelular.
La falta o deficiencia de estos receptores es la causa de la disfunción HF, porque debido a ella la célula no capta LDL y nunca disminuye su actividad sintética provocando las acumulaciones que la caracterizan. La HF se presenta en dos intensidades según se tengan los genes modificados que la producen en uno o en los dos cromosomas del individuo. La primera, o forma heterocigota, afecta a uno de cada quinientos individuos, que tienen concentraciones de entre 250 y 500 mg de colesterol por mililitro de sangre, con un riesgo elevado de padecer un ataque al corazón. La forma homocigota es la más severa, afecta a un individuo de cada millón y provoca concentraciones de colesterol de entre 650 y 1000 mg/mL. Quienes la padecen suelen morir antes de cumplir los veinte años de una enfermedad coronaria.Resumidamente, los hepatocitos sintetizan LDL en función de su concentración plasmática, intensificándola cuando escasea y atenuándola cuando abunda. El LDL se vierte en la sangre para suministrar al resto de los órganos, cuyas células, para desarrollar sus funciones, toman sólo el que necesitan a través de receptores específicos, que se disponen en la membrana en número inversamente proporcional a la cantidad captada del medio. El resto se transforma en HDL y se utilizará en la síntesis de hormonas, vitamina D, o se incorporará a las sales biliares y será vertido al tubo digestivo, desechándose con las heces. El engranaje de estos mecanismos posibilita una correcta homeostasis del colesterol (el ajuste constante entre la actividad sintética y su concentración plasmática para mantener unos niveles óptimos de la sustancia). No son estos los únicos procesos de regulación. Recientemente, un estudio realizado en Laboratorio Europeo de Biología Molecular (E.M.B.L.) y la Universidad de Heidelberg, ha desvelado la implicación de hasta veinte genes en el equilibrio de la concentración del colesterol, lo que abrirá en el futuro nuevas vías para desvelar otros aspectos de su complicada dinámica bioquímica y fisiológica.
Pero luego está la segunda vía de obtención de colesterol: la alimentación. Es abundante en la yema de huevo, lácteos y carnes rojas sobre todo (los vegetales, como ya se ha mencionado, no tienen colesterol). Teniendo en cuenta que las células no toman más del que necesitan, y que su eliminación resulta laboriosa dada su naturaleza hidrófoba y su insolubilidad en medio acuoso, un aporte excesivo a través de la dieta puede romper el delicado equilibrio que requiere una sustancia de tan compleja funcionalidad, ocasionando un incremento de su concentración en el medio que le sirve de transporte, la sangre, que se asocia a la formación de placas ateroscleróticas, unas acumulaciones de tejido endurecido que obstruye los vasos sanguíneos paulatinamente dificultando la circulación. A partir de este punto, todo en torno de la hipercolesterolemia empieza a perder claridad y es difícil de distinguir con nitidez, incluso la propia pertinencia del término.
En conclusión
Se pueden extraer algunas perspectivas desde las que abordar la reflexión sobre la cuestión; quizá no ofrezcan un panorama claro pero, de momento, poco hay incortovertiblemte cierto en torno al colesterol:-a· El colesterol no es una sustancia perniciosa, es un producto primordial para el funcionamiento del organismo.· La relación entre su exceso (hipercolesterolemia) y el incremento del riesgo de padecer una enfermedad vascular se basa en apreciaciones e indicios, no es directa ni está conclusivamente establecida porque se desconocen muchos de los procesos fisiológicos en los que está implicado. Es más, la propia definición de hipercolesterolemia parece sujeta a intereses comerciales más que a certezas científicas.· El efecto reductor de las estatinas, en consecuencia, podría no ser beneficioso en determinados casos, y además tiene otros indeseables que no están debidamente considerados.· La prescripción de estatinas, incluso aceptando la existencia de la patología llamada hipercolesterolemia y los baremos que la definen, resulta inadecuada en un alto porcentaje de casos.Por todo ello, y a salvo de que se sufran patologías de mayor gravedad como HF o diabetes, lo más indicado a la hora de prevenir problemas cardiovasculares, sería abandonar el consumo de tabaco si se padece, retomar una alimentación equilibrada según el modelo de la celebrada “dieta mediterránea”, incorporar el ejercicio físico a los hábitos higiénicos cotidianos, y no preocuparse demasiado si los valores de colesterol son relativamente altos respecto a los establecidos como “normales”. En cuanto al uso de fármacos, cabe pensar que quizá sea peor el remedio que una enfermedad que ni siquiera está claro que lo sea.

22 noviembre, 2009

Importancia del ejercicio en la prevención cardiovascular

El ejercicio mejora el perfil lipídico y el control de la glucemia, reduce o previene la hipertensión arterial, la obesidad y el estrés, mejora la forma física y aumenta la longevidad.

Dr. Boraita Pérez A
Revista Española de Cardiología 61(5):514-528, May 2008

Introducción

La ausencia de actividad física es considerada un problema de salud pública. La disminución del trabajo físico, los cambios de hábito y el  estilo de vida sedentario son factores que resultan perjudiciales para el individuo y potencialmente costosos para la sociedad, ya que se acompañan de incremento en la incidencia de las enfermedades cardiovasculares. El ejercicio promueve un efecto beneficioso en la prevención de la cardiopatía isquémica, la disminución de la mortalidad global y mejora la calidad de vida; además se ha comprobado que previene numerosas afecciones y retrasa los efectos negativos del envejecimiento sobre el aparato cardiovascular. 

Se considera que la actividad física inadecuada es un factor independiente de riesgo de enfermedad coronaria. Aproximadamente el 12% de la mortalidad total en los EE.UU. está relacionada con la falta de actividad física regular, y la inactividad está asociada con un incremento de al menos el doble del riesgo de un evento coronario. Se estima que en las 200 000 muertes que se producen por año, debidas a la cardiopatía isquémica, el cáncer o la diabetes mellitus tipo 2, existe una fuerte relación con el sedentarismo. Por el contrario, la actividad física regular y la buena forma física cardiovascular disminuyen la mortalidad global.

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Ejercicio físico y deporte

La actividad física se define como cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, que tiene como resultado un gasto de energía. El concepto de ejercicio físico es diferente, ya que es un tipo de actividad física planificada, estructurada y repetitiva que tiene como finalidad el mantenimiento o la mejora de uno o más componentes de la forma física, entendida como la capacidad de desempeñar una actividad física de intensidad ligera-moderada sin fatiga excesiva. El concepto de aptitud física incluye diferentes variables de aptitud cardiovascular, respiratoria, de composición corporal, fortaleza y elasticidad muscular y flexibilidad. El deporte es una actividad física e intelectual que tiene un componente competitivo y de espectáculo e involucra un entrenamiento físico. Se clasifican en aeróbicos, anaeróbicos alácticos, anaeróbicos lácticos y mixtos.

El fenómeno contráctil es un proceso que requiere energía, y el adenosintrifosfato es la única fuente inmediata de energía para la contracción muscular. El músculo esquelético utiliza 3 fuentes de energía para su contracción: el sistema anaeróbico aláctico (involucrado en actividades de duración < 15-30 segundos y elevada intensidad), el anaeróbico láctico o glucólisis anaeróbica (ejercicios de máxima intensidad y una duración de 30-90 segundos) y el sistema aeróbico u oxidativo (fuente energética de forma predominante alrededor de los 2 minutos de ejercicio).

Beneficios del ejercicio

La actividad física de tipo aeróbico, cuando es realizada con asiduidad, produce una serie de adaptaciones de distinta índole que generan beneficios para la salud. El entrenamiento propio de los deportes, el ejercicio dinámico y de resistencia induce adaptaciones morfológicas y funcionales cardiovasculares: disminución de la frecuencia cardíaca, aumento del volumen de las cavidades y del grosor de los espesores parietales, incremento del volumen sistólico y aumento de la densidad capilar miocárdica y de su capacidad de dilatación. En estudios realizados en deportistas de diferentes especialidades se demostró el concepto de un único tipo de hipertrofia, y se halló mayor incremento de la masa ventricular izquierda en los deportes de resistencia que en los de potencia.

En diversos estudios se han descrito adaptaciones en las arterias coronarias en relación con la hipertrofia fisiológica. Se han encontrado adaptaciones estructurales y metabólicas, aumento en la densidad capilar proporcional al engrosamiento de la pared del miocardio, aumento del calibre de los vasos coronarios, especialmente de su capacidad de vasodilatación, y aumento de la permeabilidad capilar. Estas adaptaciones surgen para mantener una adecuada perfusión miocárdica durante la práctica del ejercicio físico, con el objetivo de facilitar el aporte sanguíneo al músculo cardíaco.

En pacientes con enfermedad coronaria, el entrenamiento físico mejora la función endotelial de los vasos coronarios epicárdicos y los vasos de resistencia. Las sesiones cortas, repetitivas, de ejercicio intenso mejoran la vasodilatación dependiente del endotelio en 4 semanas y, por otro lado, el ejercicio aeróbico regular previene la pérdida de la vasodilatación relacionada con la edad y la normaliza en varones de mediana edad o ancianos previamente sedentarios. El ejercicio favorece la producción de citoquinas protectoras contra la aterosclerosis. En pacientes con cardiopatía isquémica, el entrenamiento mejora la autonomía, reflejada en el aumento de la sensibilidad en los barorreceptores y la variabilidad de la frecuencia cardíaca. El ejercicio moderado mejora la función normal de los linfocitos T y B circulantes, monocitos y macrófagos, por lo tanto podría disminuir la incidencia de infecciones y de algunas neoplasias.

En relación con su acción sobre el aparato cardiovascular, diferentes estudios han mostrado una relación inversa entre ejercicio habitual y riesgo de enfermedad coronaria, eventos cardíacos y muerte. El ejercicio produce efectos beneficiosos sobre el perfil lipídico (reduce de las lipoproteínas de baja densidad y los triglicéridos, y aumenta las lipoproteínas de alta densidad), la composición corporal, la capacidad aeróbica y la hemostasia; por estas razones disminuye el riesgo de trombosis. Además, mejora la sensibilidad a la insulina y previene la aparición de diabetes mellitus tipo 2 en pacientes de alto riesgo. En personas ancianas mejora su estado funcional y su autonomía, previene o retrasa el deterioro cognitivo y disminuye la incidencia de enfermedad de Alzheimer.

Riesgos del ejercicio

Existen varios efectos adversos del ejercicio, al margen de las lesiones osteomusculares, dentro de los cardiovasculares se incluyen las arritmias, la muerte súbita o el infarto de miocardio, y otros musculares como la rabdomiólisis. Durante la realización de un ejercicio intenso se produce aumento transitorio del riesgo de muerte súbita, incluso en varones sanos; sin embargo, el riesgo absoluto durante un episodio aislado de ejercicio es muy bajo. Entre los mecanismos postulados se destacan las arritmias, especialmente taquicardia o fibrilación ventricular, y la isquemia coronaria aguda secundaria a rotura de la placa y la trombosis coronaria. El espasmo coronario también ha sido descrito como mecanismo causal de enfermedad de las arterias coronarias. Sin embargo, el ejercicio regular moderado o intenso tiene un efecto atenuante del riesgo de arritmias auriculares y ventriculares durante una sesión de ejercicio intenso, en parte por la mejora del aporte de O2 miocárdico y la reducción del tono simpático. Por otro lado, durante la realización de una actividad física extenuante aumenta temporalmente el riesgo de un infarto agudo de miocardio, especialmente para quienes no realizan ejercicio de manera regular. Finalmente, pese a que el ejercicio intenso se asocia con múltiples efectos perjudiciales (crisis de broncoconstricción, hipertermia o hipotermia, deshidratación, urticaria e incluso anafilaxia), los efectos beneficiosos del ejercicio regular superan estos riesgos.

Pautas y recomendaciones de actividad física

Ejercicio e  hipertensión arterial

En los pacientes hipertensos, el VO2máx alcanzado durante una prueba de esfuerzo tiene significación pronóstica. Las cifras bajas de VO2máx se asocian de forma significativa e independiente con mayor incidencia de eventos cardiovasculares y mortalidad total en pacientes con hipertensión arterial (HTA), por lo que el efecto beneficioso del ejercicio va más allá de la simple disminución de las cifras de presión arterial. Los programas de ejercicio con actividades de alto componente dinámico previenen la aparición de HTA o reducen la presión sanguínea en adultos con presión arterial normal o HTA. Sin embargo, el efecto de la actividad física en la presión arterial es más acentuado en los pacientes hipertensos, y se reduce una media de 6-7 mm Hg en la presión arterial sistólica y la diastólica, frente a 3 mm Hg en los individuos normotensos. Respecto de las características del programa de entrenamiento, parece que todos los tipos de ejercicio, incluidos los ciclos con pesas, disminuyen los valores de presión arterial en pacientes hipertensos. Hasta el momento no parece que haya acuerdo sobre la intensidad de ejercicio más adecuada, aunque los de intensidad moderada producen disminuciones similares o incluso superiores a las producidas por los de gran intensidad. La mayor parte de los autores acuerdan sobre la eficacia de programas que incluyan actividades aeróbicas como caminar, trotar o correr, nadar, montar en bicicleta o bailar a una intensidad moderada, con una duración por sesión de 30-45 minutos y al menos 4-5 días por semana. Los programas de entrenamiento mixtos que incluyen tanto ejercicios de resistencia como de fuerza, además de asegurar el efecto antihipertensivo deseado, favorecen que el entrenamiento resulte más ameno y disminuyen los abandonos.

Ejercicio e hipercolesterolemia

La respuesta de los lípidos al ejercicio aeróbico en varones no entrenados parece ser independiente de los valores previos de colesterol y puede deberse, en parte, al aumento de la actividad de la lipoproteinlipasa. Inmediatamente después de una sesión de ejercicio aeróbico a una intensidad equivalente al 70% de su consumo máximo de oxígeno, se produce una reducción del colesterol total y el asociado a las lipoproteínas de baja densidad (LDL), que vuelven a concentraciones basales a las 24 horas. La reducción de la concentración sérica de triglicéridos y el incremento de las fracciones HDL-C y HDL3-C, al igual que el aumento de actividad de la lipoproteinlipasa, se mantienen elevadas durante más tiempo (al menos 48 horas).

En relación con la edad, para obtener mejoras en la lipemia, los ancianos requieren programas de ejercicio más prolongados que los de los jóvenes.

Con respecto al sexo, los triglicéridos no difieren en su respuesta al ejercicio en ambos sexos, pero el colesterol asociado a lipoproteínas de alta densidad (HDLc) presenta una respuesta más atenuada en mujeres. Es un hecho que los deportistas presentan concentraciones de HDL más altas y de LDL inferiores a las observadas en individuos con un estilo de vida sedentario; sin embargo, la intensidad a la que se debe realizar un programa de ejercicio para obtener beneficios en el perfil lipídico es un parámetro todavía sin establecer. En poblaciones jóvenes, períodos de 6-12 meses son suficientes para lograr incrementos en el HDLc, pero en los adultos de 50 años o más, deben ser más prolongados, de al menos 2 años, para lograr las adaptaciones del metabolismo lipídico, aunque desde el inicio de un programa de ejercicio regular muestren una mejoría del estado físico y pequeñas modificaciones en las cifras de HDLc.

Ejercicio y obesidad

El beneficio cardiovascular que se obtiene al incrementar la actividad física es superior al del control de la dieta para reducir peso. El entrenamiento físico asociado a dieta hipocalórica reduce el peso corporal, preferentemente el porcentaje de peso graso, al incrementar el gasto energético y los índices metabólicos en reposo. La reducción del peso se asocia con mejoría en la resistencia a la insulina, los marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva, la presión arterial diastólica y sistólica y el perfil lipídico. Además, la actividad física también puede contrarrestar el aumento de masa grasa que se produce con la edad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, para que se pierda una cantidad significativa de grasa, se requiere un programa de entrenamiento de al menos 20 minutos por día, 3 días a la semana, con intensidad y duración suficientes para quemar 300 kcal por sesión. Las actividades aeróbicas (caminar, correr, montar en bicicleta) son las más aconsejadas y todas reducen por igual la grasa corporal, mientras que las actividades anaeróbicas aumentan la masa muscular pero tienen menos efecto sobre la cantidad de grasa.

Ejercicio y diabetes mellitus tipo 2

Los efectos del ejercicio aeróbico en el control de la glucemia son dispares y parece que sólo ciertos subgrupos se benefician, como los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 tratados con dieta y con buen control de la glucemia. El beneficio consiste en una pérdida de casi el 50% de la grasa abdominal y un incremento del 23% en la masa muscular, con un descenso significativo de los valores de hemoglobina glicosilada y un aumento de la sensibilidad a la insulina. Para que un programa de entrenamiento en pacientes diabéticos tipo 2 resulte eficaz, debe incluir ejercicio de moderada intensidad dinámica y alto grado de entrenamiento de fuerza, de tal manera que se obtenga una mejoría en la capacidad cardiorrespiratoria, la fuerza muscular y los diferentes parámetros fisiológicos y bioquímicos.

Conclusiones

El  balance entre riesgos y beneficios de la práctica de actividad física se inclina de manera clara hacia los beneficios, sobre todo cuando la práctica es regular, aunque aparentemente existiría un umbral de gasto energético semanal mínimo para disminuir el riesgo cardiovascular.

Las actividades físicas de moderada a alta intensidad, con un consumo mayor o igual a 1 000 kcal por semana, son las que muestran mayor beneficio. Por el contrario, el sedentarismo en relación con la cardiopatía isquémica presenta un riesgo superior al de la dislipidemia y la hipertensión, y únicamente es superado por el tabaquismo. En consecuencia, el ejercicio debe ser considerado como la piedra angular en la que deben basarse las modificaciones del estilo de vida para la prevención de la enfermedad cardiovascular.

20 noviembre, 2009

¿Qué será del Homo sapiens?

Por Francisco Buenestado Revista e-ciencia.com

Hace unos 190.000 años culminó el proceso de hominización con la aparición en África de nuestra especie en un vía evolutiva iniciada 7 millones de años atrás. Aunque Homo sapiens, con sus extraordinarias características, introdujo grandes modificaciones en los parámetros que determinan su propio proceso evolutivo, no lo han cancelado, y seguimos inmersos, de una forma o de otra, en el curso de una evolución cuyos resultados no podemos prever.

La evolución biológica es un proceso cuyos efectos son imposibles de observar porque el cambio en que consiste ocurre en unas escalas temporales enormes en comparación con las de nuestra vida, pero que se produce constantemente, soterrado, en cada individuo de cualquier especie. O al menos, es permanente la variación genética que constituye el fenómeno básico de la evolución. Es una variación estrictamente aleatoria no orientada por ninguna voluntad o conciencia adaptativa. Estas variaciones introducen pequeñas diferencias entre los individuos que, eventualmente, pueden suponer una mejora de la capacidad de vivir en determinadas circunstancias ambientales nuevas o abrir la posibilidad de explotar nuevas vías de subsistencia para colonizar nuevos entornos, con lo que esos individuos adquieren ventaja para prosperar y transmitir sus diferencias a su linaje. Se dice entonces que esas variaciones y los individuos que las aportan han sido “seleccionados”, aunque el término es algo equívoco puesto que seleccionar implica la existencia de una voluntad que elige entre varias opciones y que no concurre en ningún caso; lo que ocurre es una adecuación de circunstancias físicas y/o fisiológicas en los individuos de la especie que se trate, y ambientales, que se acoplan favorablemente.

Pues bien, el Homo sapiens está sujeto a este proceso de modificación permanente aunque, eso sí, parece que ya no lo estamos al imperio de la selección natural, que elimina tajantemente las variaciones no viables. Ya no tenemos depredadores, y el desarrollo tecnológico, concretamente en el área médico-sanitaria, hace posible que individuos que no podrían sobrevivir en situaciones estrictamente naturales prosperen y se reproduzcan. Es más, según un estudio de Henry C. Harpending y John Hawks, la evolución humana ha sido cien veces más rápida en los últimos 10.000 años que en toda la historia de los homínidos desde que surgieron hace al menos 7 millones de años. Hace 10.000 años, nuestra especie, surgida en África en la zona de la actual Etiopía 190.000 años antes, había colonizado ya todos los continentes salvo la Antártida en sucesivas oleadas migratorias, y se empezó a producir una divergencia de tipos en virtud de las particulares condiciones locales donde habitaba cada población y por las nuevas condiciones derivadas del desarrollo de la agricultura y la ganadería, (nuevos hábitos alimenticios, aparición de nuevas enfermedades etc). Así surgieron las distintas “razas” humanas, -un concepto impreciso desde el punto de vista taxonómico-, que presentan ligeras diferencias físicas y/o fisiológicas. No ha habido tiempo, sin embargo, para que estas divergencias originaran especies diferentes y por fin, el proceso empezó a invertirse a lo largo del pasado siglo fundamentalmente, cuando el desarrollo de los transportes y la paulatina eliminación de barreras culturales empezó a favorecer el intercambio genético que está llevando a una homogeneización de nuestra especie.

Hay quién piensa, con Steve Jones, del Colegio Universitario de Londres, que la evolución humana, al igual que esa incipiente especiación humana que no ha llegado a fructificar más allá de las mencionadas razas, ha tocado a su fin, y que nuestra especie permanecerá tal cual es ahora indefinidamente, al menos en occidente, donde cualquier persona puede transmitir sus genes independientemente de que esté mejor o peor adaptada a su entorno, y la mezcla reproductiva de individuos de características diversas es más intensa. En un ambiente cada vez más controlado, las modificaciones genéticas se diluirían en la homogeneidad sin encontrar ocasiones de ser seleccionadas. En estas circunstancias, las diferencias en la capacidad de supervivencia, además de no ser terminantes, estribarían en la transmisión cultural más que en la genética, y la evolución adquiriría un carácter “memético” (es decir, por modificación y transmisión de “memes”, término introducido por Richard Dawkins para denominar a la unidad de evolución cultural equivalente a los genes en la evolución genética).

Otra posible vía de futura evolución humana planteada por algunos científicos como Ginés Morata, biólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, sería la que podríamos trazar nosotros mismos gracias a nuestro desarrollo tecnológico, que nos permite ya en la actualidad introducir modificaciones directamente en los genes y moldear características a voluntad, e incluso intercambiarlos entre especies diferentes. En un futuro que ya se puede ver en el horizonte científico, el mejor conocimiento del genoma humano y su funcionamiento posibilitaría la manipulación genética de la línea celular germinal (el conjunto de células que se combinan para originar un nuevo individuo a partir de sus progenitores es decir, óvulos y espermatozoides) orientada al diseño de individuos con excepcionales facultades intelectuales y físicas que podrían constituir el germen de una nueva especie. En cualquier caso, que se atisbe ese horizonte no significa que se pueda llegar hasta él. El genoma es de una complejidad tal que puede resultar indescifrable o imposible de manipular; no es una mera retahíla aditiva de caracteres, cifrados en genes, y las instrucciones para activar los procesos que los concretan. Estos genes están sujetos a intrincadas interrelaciones de forma que cada gen desempeña diversas funciones, todas las cuales se verían alteradas con su manipulación, por lo que bien pudiera ser que a la postre, las variaciones que se podrían introducir no fueran demasiadas. Steven Pinker, profesor del Departamento de Ciencias Cerebrales y Cognitivas del Instituto Tecnológico de Massachusetts, incluso cree innecesaria la regulación legal anticipada de las posibles manipulaciones futuras en la línea germinal, porque está convencido de que es imposible alterar el genoma de estas células reproductivas para conseguir determinadas características deseables en los individuos. Pinker aduce que posiblemente no haya un solo gen de función unívoca, y la modificación de cualquiera de ellos, además de los efectos buscados, tendrá otros muchos insospechados e indeseables. Por poner un ejemplo, explica como la modificación necesaria para aumentar el coeficiente intelectual acarrearía a la vez un aumento en el riesgo de sufrir parálisis. Esto acabará por hacer desistir a los científicos de manipular el genoma de la línea germinal, y al resto de la sociedad de demandar el desarrollo de las técnicas necesarias para hacerlo en opinión de Pinker.

No faltan quienes auguran para el Homo sapiens un futuro biológico estrechamente ligado al de la técnica en términos parecidos a los planteados por algunos escritores de ciencia ficción. Nick Bostrom, de la Universidad de Oxford, propone dos posibles vías por las que podría discurrir esta nueva simbiosis que ya es patente como ha expuesto claramente George Dyson: el paulatino avance en tecnología para mejorar el manejo de las redes de ordenadores supone un recíproco manejo de los humanos por redes informáticas. Bostrom plantea, por un lado, una evidente tendencia hacia “niveles superiores de complejidad, conocimiento, consciencia y organización dirigida” que encauzará la evolución en lo sucesivo, sea esta de carácter genético, memético o técnico. Por otro, apunta igualmente la posibilidad de que la inteligencia artificial avanzada tomase la iniciativa y modulase ciertos componentes de la cognición humana ensamblándolos en estructuras más productivas pero ya no genuinamente humanas que dejarían obsoleto nuestro cerebro.

Todo esto, en fin, no dejan de ser especulaciones, ejercicios de adivinación muy simples para abarcar la inabarcable complejidad de la vida. Además, todos están referidos, como ya se ha mencionado, a la sección desarrollada de la humanidad, el primer mundo, occidente… La humanidad es muy extensa tanto en número de individuos (7.000 millones inminentemente) como en implantación sobre la superficie de la tierra, y una gran parte de sus miembros vive todavía en condiciones plenamente naturales y bajo el escrutinio implacable de la selección natural por tanto. Debemos recordar, además, que la evolución es un fenómeno local; opera en las poblaciones en función de las condiciones particulares en las que se encuentren, por lo que los mismos humanos, siempre que estén fuera del entorno tecnológico homogéneo y controlado que los sustrae del influjo de la selección natural, tenderán a divergir hacia formas diferentes en, pongamos por caso, la selva amazónica (si queda algo de ella y sus moradores próximamente) y la sabana africana. Hay que hacer notar igualmente, que en las previsiones reflejadas se mira siempre hacia una nueva especie que, en todo caso, supone un “paso adelante”, un nuevo hombre que sería más inteligente, saludable y longevo, cuando la evolución, como es bien sabido, no es progresiva por su propia esencia aleatoria. Pudiera ocurrir, en alguno de estos entornos locales de la periferia del mundo tecnológico, que surgiera un “Homo” menos inteligente, peludo y contrahecho, regresivo con respecto a nosotros pero convenientemente acoplado a su entorno local.

Lo que sí podemos vaticinar con certeza casi absoluta en que nuestra especie, como ha ocurrido indefectiblemente con el 99% de todas las especies de todos los reinos que han existido sobre la tierra desde que comenzó la vida, desaparecerá, generando otra u otras especies cuyos individuos, al cabo de muchos cientos de miles de años, quizá contemplarán con curiosidad nuestras desatinadas cavilaciones.

11 noviembre, 2009

La alimentación, motor y guía del proceso de hominización

 

Por Juan Francisco Buenestado

La verticalización del tronco y la cabeza sobre las patas posteriores y un gran tamaño cerebral relativo son las principales características que definen a nuestra especie haciéndola única entre el reino animal.

El bipedismo surgió hace al menos 4,5 millones de años, y el progresivo aumento del cerebro se inició decididamente en la línea del género Homo hace 2,4 millones de años hasta llegar a Homo sapiens y su descomunal cerebro. Aparte de otros factores que han condicionado esta vía evolutiva, la alimentación pudo haber sido su punto de partida y su hilo conductor.

Los rasgos más característicos que marcaron la divergencia de una rama de los antiguos homínidos y la orientaron hacia el proceso de hominización que finalmente desembocó en nuestra especie son de sobra conocidos: la adopción del bipedismo y el aumento del tamaño cerebral. Las explicaciones sobre los motivos y circunstancias que hicieron que estas modificaciones resultaran ventajosas y prosperaran con éxito han sido muchas y variadas. La postura erguida que nos caracteriza apareció, de acuerdo con el registro fósil recopilado hasta la fecha, en el extinto género Australopithecus, concretamente en la especie Australopithecus afarensis, cuyo representante más conocido es la célebre Lucy, que vivió en África hace unos cuatro millones de años. Los científicos han justificado la selección de este rasgo planteando diferentes hipótesis. C. Owen Lovejoy, de la Universidad Estatal de Kent, considera que la liberación de los miembros anteriores ofreció la posibilidad de sostener a las crías y de recolectar y transportar alimentos, mejorando así las posibilidades de subsistencia de los grupos y su descendencia; Kevin D. Hunt, de la Universidad de Indiana, plantea que la razón determinante de su prevalencia fue la mejora en la capacidad de alcanzar alimentos a los que no se podía acceder desde una postura cuadrúpeda. Peter Wheeler, de la Universidad John Moores de Liverpool, por citar aún otro ejemplo entre los muchos posibles, sugiere que la permanencia vertical sobre las dos patas traseras supone una mejora sustancial en la regulación de la temperatura, al reducirse la superficie corporal que queda expuesta a la intensa radicación solar en el entorno donde vivieron los Australopithecus, la actual Etiopía. Una vez adoptado el bipedismo, se hizo posible el aumento del tamaño del cerebro como ha propuesto Dean Falk de la Universidad de Florida, quien sostiene que la nueva situación del cráneo en la vertical del cuerpo propició la aparición de un sistema vascular más eficiente en la refrigeración del cerebro. Sin esta mejora su crecimiento no hubiera sido posible, dado que es un órgano extremadamente sensible a la temperatura, y el calor que produce aumenta con su volumen por encima de las posibilidades de evacuarlo eficientemente, que aumenta en proporción a una superficie de intercambio.

Pero en el origen de estos dos hitos que marcan el camino evolutivo de nuestra estirpe se encuentra un asunto más prosaico, más inmediato y perentorio pero suficientemente poderoso como para haber impulsado el avance hasta hacia nuestra especie: la comida. Para William R. Leonard, antropólogo de la Universidad Northwestern, la imposición de la bipedia, si bien debió estar condicionada por las ventajas que supuso en aspectos diversos, se apoyó primordialmente en el hecho de que es un sistema de locomoción considerablemente más económico en términos energéticos que el desplazamiento a cuatro patas, y permitió en su momento a los primeros homínidos subsistir en un entorno cambiante que modelaba zonas de bosque abierto y pradera con los recursos cada vez más dispersos, en las que la búsqueda de alimentos requiere desplazamientos diarios muy superiores a los necesarios en bosques densos. En esas condiciones, en las que siguen viviendo actualmente algunas poblaciones humanas de cazadores recolectores, es muy conveniente disponer de un tipo de locomoción poco costoso por una mera cuestión de balance energético entre las calorías empleadas en conseguir la comida y las obtenidas al ingerirla.

Luego está el asunto del incremento del tamaño cerebral, iniciado, como ya se ha apuntado con la aparición del género Homo. Homo habilis tenía ya un volumen cerebral de 600 cc, que creció hasta los 900 cc de Homo erectus en sólo 300.000 años. El cerebro consume una desproporcionada cantidad de energía, 16 veces más que el tejido muscular por unidad de masa, y en Homo sapiens, por ejemplo, su mantenimiento basal requiere del 20 al 25% de la energía que ingerimos, frente al 8 o 10% que emplean otros primates no humanos o el 3 o 5% de otros mamíferos. Homo erectus, según cálculos del profesor Leonard, empleaba el 17 % de la energía de su ingesta en mantener su cerebro, por lo que piensa que su desarrollo debió de apoyarse en una previa diversificación de su dieta con alimentos más nutritivos que frutas y hojas, es decir, con la incorporación de alimentos de origen animal, que pudo estar propiciada igualmente por las exigencias de un entorno cada vez más árido y con recursos vegetales cada vez más escasos y dispersos, poblado además por mamíferos herbívoros, que fueron incorporados a la dieta de Homo, iniciándose el régimen de caza-recolecta que desde entonces ha caracterizado al género. Una vez iniciado el camino del aumento cerebral, éste no paró hasta llegar a su máxima expresión en nuestra especie.

Pero, ateniéndonos al mismo criterio de balance energético, ¿Cómo se relaciona la alimentación con el desarrollo de un órgano tan dispendioso en calorías? En principio, parece que un entorno con recursos escasos no debía ser propicio para que prosperara una estructura en la que había que invertir una buena parte de los alimentos tan caros de conseguir. Pues bien, Katharine Milton, antropóloga de la Universidad de California en Berkeley, ha documentado como en otros primates, las especies cuya dieta se basa más en fruta madura (alimento de alta calidad) que en hojas, poco nutritivas, suelen tener un cerebro considerablemente mayor que las que se alimentan de estas últimas principalmente. Es el caso de los monos araña y los monos aulladores. Los primeros, con una dieta centrada en fruta madura complementada con hojas, tienen un cerebro casi el doble de grande, para un tamaño corporal similar, que el de los monos aulladores, que se alimentan principalmente de hojas verdes. Milton plantea que la mayor capacidad cerebral de los monos araña tiene una relación directa con su dieta, porque les otorga capacidades mentales imprescindibles para hacer efectivo su régimen alimentario. Un cerebro grande les permite aprender y retener en la mejor memoria cuáles son los frutos más nutritivos, dónde crecen y cuando entran en sazón, además de desplegar una serie de estrategias de búsqueda en grupo que optimiza la recolecta, así como desarrollar las técnicas comunicativas que se requieren entre los miembros del grupo para coordinar su actividad y articular las relaciones sociales en las que se basa la distribución de los recursos. La coincidencia de un cerebro mayor para similar tamaño corporal en especies que consumen alimentos de más calidad y dispersos frente a las que comen hojas y tallos menos nutritivos y abundantes parece constante en los primates, y también se puede rastrear por el registro fósil en la familia de los Homínidos. Australopithecus todavía tenía un cerebro de peso similar al de un chimpancé, y por las características de su dentición se sabe que se alimentaba de vegetales fibrosos fundamentalmente, mientras que Homo habilis, de tamaño corporal parecido, ya tenía un cerebro bastante mayor, y unos molares que atestiguan un cambio en su alimentación hacia el consumo de recursos de mayor calidad, incluida la incorporación de carne en la dieta del género, que significó un paso destacado en la hominización. El cerebro de los Hominidos siguió creciendo a lo largo de su línea evolutiva porque en él se generan las capacidades mentales que permitieron a los sucesivos representantes del género aprovechar mejor los recursos, que van desde las mencionadas facultades memorísticas hasta la construcción y utilización de herramientas, diseño de técnicas de caza, una estructuración social crecientemente compleja y el refinamiento de las capacidades comunicativas necesario para posibilitar todo lo anterior.

Desde todos estos planteamientos, el linaje humano, con su casi acrobática postura erguida rematada por un enorme cráneo, surgió primariamente de la presión medioambiental para conseguir un abastecimiento constante y fiable de alimentos de gran valor nutritivo, y todo lo demás (que es mucho y muy importante) sobrevino secundariamente. Nuestros rasgos morfológicos y fisiológicos se han ido definiendo, por lo tanto, en torno a un determinado régimen alimentario cuyo abandono paulatino en las sociedades desarrolladas se asocia a la incidencia de numerosas enfermedades metabólicas (obesidad, ciertos tipos de diabetes…) que se verían reducidas considerablemente si retomáramos una dieta más acorde a la que modelo nuestro organismo a lo largo de la evolución. Pero esta es otra historia.

03 noviembre, 2009

El Mate

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda '¿unos mates?'. Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo.Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón. Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'. El otro responde: 'Como tomes vos'. Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular, Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en  ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones. El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores... Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate... Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!'. Es el compañerismo hecho momento. Es la sensibilidad al agua hirviendo. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, '¿está caliente, no?'. Es la modestia de quien ceba el mejor mate.Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día. Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir. Lalo Mir

El Mate

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda '¿unos mates?'. Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo.Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón. Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'. El otro responde: 'Como tomes vos'. Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular, Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en  ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones. El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores... Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate... Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!'. Es el compañerismo hecho momento. Es la sensibilidad al agua hirviendo. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, '¿está caliente, no?'. Es la modestia de quien ceba el mejor mate.Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día. Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir. Lalo Mir